Y llegó el domingo 28. Salimos bien temprano en nuestro autobús hacia Campillo: el camino a recorrer era bastante largo. Ese mismo día, varios compañeros, que por razones profesionales no habían podido venir con nosotros el sábado, salieron desde Valencia hacia Campillo sin importarles el madrugón ni los kilómetros: Heidi y Alicia llegaron sonrientes y puntuales, también nuestro compañero y “webmaster” EnriquePayá (quesufrióunodeesosestrambóticosfallosdelGoogleMapsqueledejótiradoenmedio de una nada pantanosa... ¡aunque al final lo recuperamos!) y también llegó sola nuestra valiente RosaMon desde Madrid.


Salimos pronto por la mañana y pudimos ver Medinaceli durante un largo e interesante recorrido, muy bien guiado. Vimos su famoso arco romano, la acogedora y grande Plaza Mayor, las murallas, el castillo, el “Nevero”, y nos contaron la historia de Almanzor. Un recorrido durante el cual incluso hicimos paradas para cantar y despertar el agrado de otros paseantes. Antes de volver a Valencia tomamos la última comida juntos –rica y superbién organizada ésta también, como todo el viaje, y brindamos por la salud de nuestra estupenda Junta Directiva que hizo posible este viaje. Gracias Bettina, Isabel Ana, Juan y Wladi, gracias por vuestro esfuerzo: ¡nos lo habéis hecho pasar maravillosamente bien!

Helga Jost














Campillo de Dueñas (cerca de Molina de Aragón) es uno de estos pueblecitos del interior de España que se están quedando despoblados. Y, verdaderamente, allí no quedan muchos campillanos, aunque desde lejos y desde no tan lejos haya gente empeñada en mantenerlo vivo y cuidado. Pero cuando llegan fiestas, el pueblo sigue llenándose. Por lo demás, al encontrarse en tierras alcarreñas, Campillo es vecina -un poco alejada, eso si- de las icónicas e históricas ciudades de Sigüenza, Atienza y Medinaceli, compendios de historia y de arte, llenas de joyas arquitectónicas y de singulares obras artísticas en medio de unos paisajes encantadores. Y ello hizo que las consideráramos metas muy atractivas para este nuestro viaje.

Pronto, nuestra nueva Junta Directiva -Bettina, Isabel Ana, Juan y Wladi- se puso manos a la obra y planificó un bonito y muy apetecible largo fin de semana en aquellas tierras para las 44 personas que nos habíamos apuntado. Y su planificación les salió redonda. Encontraron un buen hotel en la preciosa Atienza, a donde llegamos el sábado 27/4, y ese mismo sábado, al atardecer, ya cantamos en la Iglesia parroquial de San Juan Bautista. Fue un concierto muy bonito ante un público numeroso que nos acogió con mucha simpatía. Antes y después del concierto hubo tiempo para explorar esa bella ciudad y su importante Conjunto Histórico Artístico.

Y allí estábamos todos, toditos, cuando un poco antes de las 12 horas sonaron las campanas de la Iglesia y el templo -pequeño, pero sumamente bonito y con una estupenda acústica- empezó a llenarse de personas. Muchos familiares (venidos también desde Valencia), viejos amigos y antiguos vecinos de Javier y de su familia esperaban expectantes la actuación de un coro venido de lejos para recordar con sus canciones a uno de los suyos que esa tierra vio nacer.















También nosotros estábamos expectantes y deseosos de cantar, y empezó el concierto con unas cariñosas y sentidas palabras de nuestro compañero Julio Valiente recordando a Javier. Luego cantamos -bien guiados por Peter y Axel- con auténtica emoción y sentimiento, y en algunos momentos con mucha tristeza también. ¡Se escaparon bastantes lágrimas y por momentos pareció como si Javier estuviera cerca de nosotros y nos escuchara...: ¡bendita ilusión! Nunca olvidaré esa mañana. Fueron unos instantes mágicos en los que sentimos esa profunda -y se puede decir- hermosa unión que hemos ido forjando a lo largo de los años cantando juntos y disfrutando juntos con nuestra música. ¡Maravillosos y queridos iSEELEnitas!

Recuperamos luego nuestra estabilidad emocional con una buena y animada comida preparada en el Bar del pueblo y llegó el momento de despedirnos de Campillo, de irnos de “Esta Tierra” como rezaba la canción que antes habíamos entonado con aquellos versos de

“No me busques en los montes, por altos que sean,
ni me busques en la mar, por grande que te parezca ...
búscame aquí, en esta tierra llana, con puente y pinar, con almenas y agua lenta ...

¡Y cumplimos: allí fuimos a buscarte, querido Javier!

Con nuevas fuerzas enfilamos el camino a la preciosa ciudad de Sigüenza, con el autobús bien completo, ya que nos acompañaban (habían llegado a Atienza en su coche) Axel, Zulma, su mujer, y sus dos guapas hijas, Ana María y Luisa Sofie,... incluida, como no, su perrita Lola: ¡la familia al completo! Así pudimos conocerlos a todos y tramar ya un poco de amistad. La hija mayor de Axel, Ana María, había traído su violín y tocó algunas bonitas piezas en el concierto.

Llegamos a Sigüenza y nos pasó lo que en Sigüenza no le debería pasar a nadie: no vimos al hermoso Doncel... por un despiste de nuestra guía, a la que se le pasó la hora. Claro, había mucho que enseñar y que ver: venerables edificios y bellos rincones por doquier. Lo pasamos bien de todos modos. Subimos también al Parador, instalado en un imponente castillo de la Edad Media, donde, por cierto, se había alojado Peter, y disfrutamos viendo Sigüenza desde arriba. ¡Pero poco a poco había que volver a Atienza, a cenar y reponer fuerzas para la visita a Medinaceli al día siguiente, nuestro último día juntos en estos lares!