En la primavera de 2013 nuestro coro SEELE tuvo la suerte de poder compaginar dos de las aficiones más bonitas que se pueden tener: cantar y viajar. La Rioja era nuestro destino general y el señero y venerable Monasterio de Yuste lo era en particular. Allí nuestra valiosa compañera Rosario Pallás, siempre activa para promocionarnos, había organizado un concierto para nosotros.
Pertrechados con partituras, piano, atriles, viandas y maletas —bueno... algunos sin ellas —, iniciamos el camino. Aunque ya era abril, la nieve nos acompañó en el trayecto.
Los viajes en autobús son largos e incómodos, pero si se hacen en grupo, tienen el encanto de que podemos comportarnos como los escolares que fuimos: hablando con unos y con otros, contando chistes, cantando, en fin, un guirigay. A mí el viaje se me hizo corto, como era la encargada de "contarnos", cuando al fin lo conseguí ya estábamos en Zaragoza.
Tras las consabidas rotondas, Haro nos recibió, ya entrada la noche, con mucho frío. Ocupamos el Hotel Luz por entero, era como nuestra casa, en la cafetería siempre había alguno de nosotros y el salón de los ensayos era tan enorme que permitía calentamientos muy divertidos, con bailes y ruedas de imitación.
El sábado, después del ensayo, visitamos Santo Domingo de la Calzada. Su origen está en el albergue y hospital que el santo hizo para facilitar a los peregrinos el camino hacia Santiago. Visitamos la catedral, muy bella y cuidada, la única que en su interior tiene un gallinero, en honor a uno de los numerosos milagros del santo.
El domingo nos dirigimos a San Millán de la Cogolla, un pequeño y recóndito pueblecito que tiene dos Monasterios: el de Yuso y el de Suso. Ambos Patrimonio de la Humanidad, llenos de historia, de espiritualidad y reconquista, de leyendas como la de los infantes de Lara, de santos como el que le da nombre y poetas como Gonzalo de Berceo, pero además es el lugar donde por primera vez se escribió en castellano, en sus famosas " Glosas Emilianensis".
Los miembros de la fundación, con los que Rosario contactó para organizar nuestro concierto, nos esperaban para enseñarnos el Monasterio de Yuso. Ellos nos acompañaron por sus claustros, por la iglesia, en cuyo altar mayor hay un imponente cuadro de San Millán a caballo agitando una espada contra el infiel —¡Pobre San Millán! ¡Él que fue un hombre de paz, que vivió unos 100 años antes de que ningún infiel pisase estas tierras! También visitamos la sacristía y la biblioteca donde se guardan sus cantorales (grandes libros de partituras para todo el coro). ¡ Menos mal que ahora tenemos nuestras partituras de ligero papel ! No quiero imaginar lo pesado que sería acarrear en los conciertos el cantoral con su facistol (atril enorme).
Cantamos nuestro repertorio sacro, bien abrigados, en el altar mayor del Monasterio. Los vecinos del pueblo se preguntaban ¿Dónde están los alemanes? ¿No es un coro extranjero? Bueno..., al menos teníamos dos: ¡Nuestro director y Sabine! Más tarde, en el patio, ofrecimos otro repertorio más mundano, creo que los vecinos del pueblo y nuestros incondicionales seguidores disfrutaron.
Después de reponer fuerzas en bares y tabernas, esa misma tarde fuimos a Briones, un pueblecito muy cercano a Haro, pues nos recomendaron que no dejásemos de ir al Museo del Vino de las "Bodegas Dinastía Vivanco". Algunos prefirieron visitar el pueblo, que también tiene sus tesoros como la iglesia, la botica y las casonas con sus escudos y puertas.
La verdad es que el Museo fue sorprendente, pues recogía todos los aspectos vinculados al vino de una forma muy didáctica: desde los diferente tipos de tierra, hasta las variedades de vides, sus plagas, sus enormes prensas, los toneles, el vidrio, los corchos, los sacacorchos... y el arte, en todos los tiempos y formas en las que el vino o la vid es su inspiración.
La salida del museo fue inolvidable, sobre los viñedos se dibujaba el perfil de Briones y un sol tímido y tardío asomaba, por primera vez en nuestro viaje, bajo un cielo gris plomo. ¡Precioso!
Cansados de tanto ver y tan poco beber, tomamos Haro al asalto y en su famosa calle de la Herradura no había bar donde no hubiese un miembro del coro SEELE, dando cuenta de chatos de vino y pinchos. Ya un poco más cansados pero bien comidos y bebidos nos retiramos, pues al día siguiente nos esperaba nuestra actuación.
Comimos todos juntos las famosas "Patatas a la riojana" y, a los postres, nos arrancamos a cantar de nuevo, ante el asombro de los pocos comensales ajenos al coro que allí había. Después de comer y en turnos rigurosos, —pues su conservación exige no más de 25 personas cada vez— visitamos el Monasterio de Suso o de Arriba, fundado en el siglo V, cuando San Millán monje anacoreta con fama de santo, se retira a un lugar solitario y a su alrededor se va formando una pequeña comunidad de monjes y monjas, que da origen al Monasterio de Yuso o de Abajo. Entre los dos suman más de catorce siglos de vida monástica. La verdad, emociona que un lugar tan pequeño tenga tanta historia y belleza. A la salida de San Millán alguien hizo una foto preciosa del coro al completo: todo era verde alrededor y las montañas nevadas al fondo.
El lunes, aunque era el día del regreso, aún nos quedaba la visita a "López de Heredia, Viña Tondonia". Nuestra guía, una antigua alumna del DS de Bilbao, nos enseño esta bodega centenaria, en que la tradición no es una palabra más con que adornar la etiqueta, sino que es su alma. Se conservan en ella todos los oficios, cultivan sus propios viñedos, se vendimia a mano, las tinas de fermentación son centenarias, toda la madera se repara o se repone allí mismo, pues tienen hasta tonelería; puestos a conservar, conservan hasta sus telarañas, encargadas de mantener la humedad justa cuando el vino madura en las barricas y de tener a raya las polillas del corcho cuando este envejece en la botella, para lograr siempre el mismo gran vino, que se viene elaborando por esta familia desde 1883. Creo que todos salimos entusiasmados.
Nuestro viaje de vuelta estuvo lleno de canciones, discursos y risas. Cuando nos despedimos de nuestro chofer nos dijo: "He llevado a mucha gente de viaje, todos al empezarlo están alegres, pero lo verdaderamente raro es que vuelvan tan contentos como ustedes ¡Ha sido un placer viajar en su compañía!” Eso mismo pienso yo.
Isabel Ana Gómez